
Creo recordar cómo empezó todo. Fué como una incomodidad, cierto sentimiento imposible de identificar y por lo tanto harto difícil de describir. Algo así como un hormigueo en el ánimo, como una espina en el alma, como una estaca en el pensamiento. Al principio no podía precisar que me estaba pasando. Me llevaba el demonio, me incomodaba cualquier cosa, hasta que descubrí que era: sed de sangre. ¿Cómo lo identifiqué? Jugar al COD 4 o al SWAT 4 no me saciaba. Mataba civiles y rehenes, y nada.

Yo sabía que esta semana empezaba mal, que la piola venía cagada. Pero eso impidió continuar con un rumbo que sentí desde el primer momento como predeterminado, como esos barcos a los que se les ha trancado el timón y van derecho a las rocas. Veía venir este desenlace, pero no hice nada por detenerlo. Creo que cualquier intento hubiera sido en vano.
Pienso actuar de forma meditada, pausada y serena. Nada de espontaneísmos. Lo tengo todo planeado, de manera que no puedan acusarme. Que no pase ni la sombra de una duda por sus cabezas. Que no me hagan responsable.

Aunque también quedar todo bañado de sangre es medio... notorio. Y no va con la actitud "meditada, pausada y serena". Y peor: alguien me puede ver. Así que pensé: "arma de fuego". Pero caí en la cuenta de que, como con la motosierra, hace mucho ruido, y los silenciadores salen más caros que las armas mismas.
Mejor lo voy a ir envenenando de a poco. Un día a la vez. Con serenidad, con astucia, con... paciencia.

La venganza es un plato que se sirve frío. El 31 de diciembre voy a brindar con un Medio y Medio blanco de Roldós. Ya me estoy relamiendo.
Chau.
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